Julio González Milla
Nació en la ciudad de Potrerillos, Tercera Región, Chile. Cursó estudios de Arquitectura (UCH), y Diseño en Comunicación Visual en la UTEM; titulado en esta última, trabaja desde 1993 para la Dibam, organismo encargado de cautelar el patrimonio cultural en su país.
En su época universitaria hizo cursos electivos de literatura. En 1997-98 participa en los talleres Literarios José Donoso de la Biblioteca Nacional, con la poeta Teresa Calderón. En 1998 publica su libro Cotidiano.
En 2007 fue invitado por el Departamento de Extensión de la Universidad de La Serena a dictar la conferencia “Dios en la literatura”, y a dirigir un taller poético para niños. Ha publicado en medios literarios como: Revista La comadreja, Informativo Dibam , entre otros.
“Este poeta es dueño de un verso íntimo y soñador, vaciado en estrofas que nos hablan de un hombre cuya soledad hace que la palabra un medio de comunicarse con los suyos, con los seres más cercanos, y las cosas más afines. La eufonía de sus reflexiones conquistan al lector, quien sigue el curso de su canto. Poesía que no necesita ser explicada, limpia y novedosa… Julio González tiene un lenguaje especial para decirnos sus verdades, sus secretos que endilga por la blancura del papel, formando la fisonomía de sus versos, agrupados en la sencillez y la musicalidad de las palabras cotidianas. Página a página nos convida a recorrer sus caminos, que son de paz y sugerencias. El poeta se da tiempo para contemplar lo que le rodea, y en su primer libro, nos hace pensar que la poesía y los poetas valen en su luz y en su esencia” (Marino Muñoz Lagos, “La prensa Austral, 1999).
Retrato
Como niño envejecido
entre sueños oscuros de niño:
¿Mi padre se fue un día, o nunca estuvo?
Esperé por años su regreso, dormido,
detrás de la puerta cerrada de almohada
su rostro se estiraba en la ventana
bajo el horizonte se estiraba
hasta que no lo veía.
Ahora arrastra una espalda sumisa
Ofrece caramelos a quien le acepte
Sonríe, pide perdón en silencio.
Los niños perdonan
Los viejos buscamos
nuevas aves en las ramas
de los árboles.
Mi padre acaricia con manos gastadas
como sus ojos que poco ven,
poemas gastados, silba de pronto
sus tesoros al aire.
ofrece las camisas que no usa
colonias de regalo que no le placen.
Mi padre
un día me dio esta vida gastada
que vivo. Esta gaviota azul
que abre alas en el cielo.
Me puso una mochila de rasgos intolerables
y así cada día: odiándome aprendí
a amarlo a él.
Pasajeros
Oigo los pasos del hielo
deteniendo esta sangre ahogada
ansiando otros días
y este sol de espinas hiriendo los ojos.
Trepa la esperanza
maquillando un cielo enrarecido; en tanto
gira la rueda compadecida del viento.
Volverá el invierno
los mismos pasos olvidados
y la esperanza maquillando
un cielo enrarecido.
Bendiga la suerte
aire, tiempo y deseo
toda cosa que muere;
sólo tenemos un mundo,
una torre de piedra viva
sólo una muerte definitiva
y este sol de espinas hiriendo los ojos.
Insomne
He
sobrellevado la noche
habitando
los rasgos
de tu rostro
vistiendo el cuerpo
con los pliegues
de tu ausencia.