Jael Uribe es una escritora de nacionalidad dominicana. Ha colaborado con varias revistas tanto impresas como digitales, eventos culturales y programas de radio y televisión en diferentes países a nivel mundial. Ha formado parte y colaborado con diversos movimientos y grupos, siendo de mayor relevancia su labor como líder del Movimiento Mujeres Poetas Internacional (MPI) el cual fundó en el año 2009 con la misión de promover la labor de la mujer contemporánea en la poesía y la creación del Festival Internacional de Poesía “Grito de mujer” realizado en diferentes países en homenaje a la mujer y en contra de la violencia.
Jael, es egresada en Artes Publicitarias, posee un diplomado en Relaciones Públicas y Comunicación Corporativa, entre otros estudios referentes a la literatura, el arte y la tecnología, además de ser Traductora, Artista Plástico, Diseñadora Gráfico y de Interiores por vocación, entre otras artes. Poemas y escritos suyos forman parte de varias antologías y revistas a nivel nacional e internacional.
Ahora hablemos de la noche
Lo mejor que le puede pasar a esta noche
es que se deje picotear de besos
y termine embriagada de amorres
en un callejón cualquiera de estas calles de viento.
Enamorarse, sería lo más cercano a ver el sol
extendiendo sus brazos
para tocar sus zarcillos de estrellas,
y a ver cumplirse el sueño de broncear su sombra
exhibiendo un Bikinis rosa
a la intemperie del ciclo,
para así presumirse trofeo en la cara del lago
y seguir inspirando flamas
en velas de poetas.
Lo mejor que nos puede pasar a todos
es enamorarnos en cabalgata nocturna,
mientras vemos a la luna
hacer piruetas.
Al cliché de las voces
En este lapsus de amarrarme el mujer
a la cabeza
apretarme las garras con engrudo
pintarme de barniz el abdomen
y despeñar desde de la boca
la impotencia.
En esta ira de vaivén con paso cansado
y esperanza detenida,
en la mágica levedad del pellejo
y el apellido femenino.
En el universo que transito,
que se difumina en la tierra
y las espigas que danzan en mi lengua
como olas coloridas,
me atrevo a espantar las grapas que aprisionan mi sombra
y la mantienen suspendida,
a arañarle las tripas al fuego
rostizando una a una sus chispas.
Y danzo desnuda
aferrada al silencio de mi espacio
al cliché saturado de la propia risa.
Me burlo del despertar de las voces
que redondas se encierran en si mismas.
Así es la vida…
…un retorno de todo,
un regreso de nada
y una rueda que en lugar de pararse
gira.
Las Evas vivas
Si tan sólo el Edén tuviera pechos
y amamantara más lunas.
Si más Evas fueran cuna de casas bien paridas.
Muchas Evas a destiempo
bajo la estrellada inconciencia
y la limitante estatura de la imagen divina.
Muchas Evas que sean pocas,
pocas Evas que sean una.
Si más Evas fueran menos
y las pocas fueran muchas!
¿Cuántos Adanes faltarían para acabar con alguna?
Si más Evas la habitaran
no sería tan sólo Ella,
agraviada, impotente.
Sola.
Una.
Fénix
Luego de arder en el paso de las horas,
de quemarme en el YO interno,
me miro las llamas abiertas como alas
y consumo la impotencia
despertándome a los pies de la que muere.
Me callo.
Miro al aire
y me observo.
Sigo el rastro de humo
apuntalado en la briza
que deja mi silencio.
Me voy marchita
con promesa de brote.
Acorralando a la que busca su otro trozo.
Soy esta ola quemando
con beso ardiente
regresando a ninguna parte.
Un fuego refresca la aurora
y la otra yo agoniza endeble,
rebuscada,
perdida de infancia,
en el camino de la niña que
poco a poco da vueltas
y se cuece.
Cobijo a la otra que derretida en las cenizas
danzó desnuda en la hoguera
y murió sonriente.
Yo marcho satisfecha
dejando la piel como abono del pasto
donde todo comienzo se pierde.
Se detiene el mundo cuando pasas
Dicen que en tu voz se detiene el mundo
la armonía constante del eje indetenible
el alba deseosa de los cuentos cortos
y la incansable paciencia de las largas historias.
Dicen que el universo se posó a mirarte,
que un rayo purpúreo se trepó a tu vientre
y trasmutó el germinar de la tierra por los siglos de los siglos
que su trova cantó hasta donde termina el ombligo de los montes
trepándose en las montañas.
Allí donde la prisa es humo
y el tiempo es fragancia sin olor.
Dicen que el eco se pegó a tu nombre
y por eso te nombran las rocas desde el aire
hasta el último suspiro del adiós.
Se detuvo el fuego en su balada constante
y en su frente amarilla se tatuó el camino
a la boca insistente
al final del recuerdo donde la piel de la manzana
rememora tu ardor.
Dicen que en el instante en el que brota el eclipse
las estrellas deletrean mis intentos en la noche
impidiéndome escribirte en la mirada del sol.
Quizás alguna vez
Quizá no sea yo
la perla en la gota
la gota en aurora
el vaso en la boca
ni la sed.
Tal vez no sea verbo
ni canto destilado
ni rueda torcida en el camino de la sangre
ni agua de beber.
En algún lugar inconstante
donde el ave se quiebre
y nos encuentren las migas
con la lengua seca y los oasis sin fe.
Allí quizás, yo vuelva a ser la gaviota extendida
en sumidero de playas
bayas afiladas cortando las agallas
de quienes agonizan y mueren a falta de bien.
En algún momento en la penumbra
de esta boca agitadora de mañas y manías
hallaré mi hombro al descubierto
donde la fiebre lo alcance acabando de nacer.
Y moriré de bruces
apegada a la sombra de palabras sonrientes
en un laberinto de dóndes, cuándos y porqués.
¿Me hablas a mí?
Me hablas con el discurso distendido
y la espina que pincha vientres
para ensartar mariposas.
Con sudor de molino, aliento de caña.
En el tiempo de las sombras
cuando el canto aturde al pájaro,
en el batir de las plumas, me hablas.
Me comentas, como si fuera santa.
A mí que soy hoja de otoño
sin raíces en la tierra,
sin clorofila nocturna que me duela en las agallas.
El lamento de las ruinas es mi lecho recurrente
y ensordezco en el oído al que le dices
de todas tantas.
¿Por qué conversas con palabras-yerbabuena,
con la labia del que mana de la siembra como espiga sesgada?
Te me acercas, voz de fémina.
Pasos mudos acallando en la garganta.
A mí que soy invierno en las nubes que se ausentan.
Yo que enfrío los adioses en las palmas.
¿Por qué me hablas recuerdo a mitad del olvido?
en el camino inconcluso
que me marcó la piedra con cizaña.
Una huella se acurruca en los pantanos
y en los rincones de la tierra donde pasas.
Tú que gritas que me calle
y ame el beso-puñal depositado en la boca de estas ganas.
¿Por qué me pides que levante la mejilla
y muera sobre las piedras,
perderme de la inocencia por buscar el alma?
Te escondes
He mordido la gula,
la armonía reticente,
las notas desplegadas en los párpados,
esos lobos callados en laberintos que duermen.
Me he partido en uno sin ser dueto,
comido de las migas del aire sin pedazos de viento.
Soy vacío reclamando su espacio entre la nada
gravitante de la hambruna sin llenar el sosiego.
Soy asombro entre ojos
y mordida sin dientes.
Me camino el apellido con los brazos abiertos
y me encierro en las palabras
hasta aprender de memoria el nombre de la muerte.